Menorca

Existe una teoría sobre fotografía, conocida como la “Teoría de los edges” o de los límites (Niall Benvie), según la cual una fotografía tomada en un límite del espacio, del tiempo o del ser tiene mayor impacto porque enfrenta al ser humano al todo y a la nada, al cambio y a la frontera. Un edge es un abismo, una frontera hacia otra geografía.

Estás caminando hacia el borde del acantilado: a tu derecha la tierra, a la izquierda miras hacia abajo y ves el mar mientras una brisa húmeda te sacude las mejillas, te levanta el flequillo e instintivamente echas un pie hacia atrás.

Pont d’en Gil

Eso es lo que representa la isla de Menorca, un edge, un continuo discurrir por el filo del precipicio a cuyos pies tienes el vacío, el mar y la noche.

Punta Nati

Para mí, habitante del secano Valle del Ebro, la isla supone un continuo recorrido por ese desconocido y lejano mundo del acantilado y de la playa virgen que todavía, meses después cuando escribo esto, sigue conmoviéndome. Esa es la razón por la que siento una atracción atávica e inexplicable hacia la isla.

Rincó de Ses Macetes

A Menorca en furgoneta

No queda elegante, pero tengo que confesar que dos cosas me compré en 2019, que jamás pensé que me darían tanta alegría y que cambiarían tanto mi fotografía.

Platja de Cavalleria

Sí, una furgoneta de segunda mano comprada en octubre de 2019 fue fundamental para el resultado fotográfico que viene protagonizando mis publicaciones más recientes. ¿Y qué tiene que ver una furgoneta con la fotografía? 

Pues que, convenientemente equipada, me ha permitido estar en el momento adecuado en el lugar que quería, acostándome y despertándome en la localización que quería fotografiar, aprovechando las mejores luces (que son las del amanecer y del atardecer), sin prisas y con todas las comodidades que un señor urbanita como yo puede demandar.

Tampoco piense, querido lector, que estamos hablando de una de esas bonitas VW California, con televisión por cable, retrete y microondas: la mía es una modesta Ford Transit pequeñita que unas veces me permite dormir dentro y otras transporta kilos de fruta o panizo.

La furgoneta, un simple vehículo, fue durante los meses del post confinamiento toda una ventana hacia la inmensidad, hacia el todo. Con sus asientos traseros definitivamente castigados contra la pared de un oscuro trastero, la furgoneta ya biplaza está equipada 24/7 con un colchón limpio, cómodo y aseado, una mesa y dos sillas: todo ello plegable. 

Cala Pilar

Antes de lanzarme estos 10 días a Menorca estuve probando el sistema en la provincia de Zaragoza y en el Pirineo aragonés durante los meses pandémicos en que solo podíamos viajar dentro de la provincia o de la CCAA.

Este sistema, por otro lado, no es nada sofisticado: durante el trayecto, los bártulos fotográficos, hornillo, elementos de aseo y de dormir viajan en la caja de la furgoneta, atrás. Cuando toca dormir todos estos enseres, convenientemente guardados en cajas, son colocados en los asientos delanteros, dejando espacio para desplegar el colchón. Así de sencillo.

Lo cierto es que es un sistema un poco engorroso, pero por otro lado no es necesario instalar nada nuevo ni comprar nada más que un colchón plegable, cajas de plástico y una ducha portátil.

Puesto todo en orden y probado el sistema (sobre todo la mejor forma de dormir cómodamente y hacer rápido el traspaso de enseres) me lancé a Menorca, que desde Zaragoza son tres horas y media hasta el puerto de Barcelona y luego una noche en el barco sobreviviendo en sus butacas.

Lirio de mar.

Flor de un solo día que se encuentra en las dunas de la isla. De bulbo venenoso y de aromático olor, la flor se encuentra protegida y está prohibido arrancarla.

Si la ves hazle una foto y déjala donde estaba.

¿Qué esperaba fotografiar en Menorca?

Menorca es una de las islas más fotografiadas del mundo. En España, la isla es una catedral dentro de esa sagrada procesión por la que cualquier fotógrafo de paisaje, amateur o profesional, debe pasar y hacer reverencias y postales. No eres un verdadero fotógrafo de paisaje si en tu portfolio no tienes una fotografía de Menorca.

Es en esa isla donde el maestro de maestros, Don José B. Ruiz, tuvo una epifanía climatológica cuando en Cala Pregonda unos rayos anticrepusculares se confabularon en composición perfecta casi divina.

Es en esa isla donde ha nacido la aplicación para fotógrafos más famosa en el mundo entero (Photopills) y donde vive Antoni Cladera, medio cerebro de la aplicación y fotógrafo oficioso de la isla.

Entonces…

¿Qué sentido tiene ir a esa isla, mil veces fotografiada y por mejores fotógrafos que yo? ¿Qué sentido tiene volver a tomar casi-la-misma-fotografía? ¿Por qué contribuir a la epidemia fotográfica con otra imagen más?

La verdad es que esa pregunta me asalta la cabeza cada vez que cojo la mochila. Es una ansiedad y una contradicción que retumba como el más pesado ruido en medio de la peor resaca. Se me cuela en el cerebro cual virus informático, se instala y ya no puedes desprenderte de él.Hay una explicación, casi una excusa, que tiene que ver con un sentido de aventura pequeño-burgués de lanzarte a la naturaleza, por tu cuenta, a intentar realizar una buena fotografía, durmiendo en mitad de la nada, descubriendo paisajes, explorando playas y montañas. Eres la representación del boy scout redivivo.

Cala Pregonda

Admito que en ese sentido la cámara es lo de menos, casi una excusa, para aventurarte en la naturaleza. Hay que reconocer que en todo esto hay un pequeño gesto colonizador y explorador que bien explicó Susan Sontag en su libro “Sobre la fotografía”. No podemos negarlo: equiparnos hasta arriba con toda clase de cachivaches, chismes y cacharros para enfrentarnos a situaciones que nunca ocurrirán nos gusta y nos hace sentir una extraña sensación de control. ¡Como si en pleno siglo XXI hubiera algo que pudiéramos controlar con nuestros propios medios o de lo que tuviéramos que preocuparnos!

“La necesidad de confirmar la realidad y dilatar la experiencia mediante fotografías es un consumismo estético al que hoy todos son adictos. Las sociedades industriales transforman a sus ciudadanos en yonquis a las imágenes; es la forma más irresistible de contaminación mental”

Susan SONTAG, Sobre la fotografía. 1973.

También tiene algo de ejercicio de artesanía y de esa forma la fotografía es como intentar moldear un bonito jarrón de cerámica: a esta hora, con esta composición, con este objetivo, con estos filtros y con estos parámetros… podré conseguir una bella fotografía. Es un gesto de artesanía pura en el que, usando ciertas herramientas y partiendo de una realidad material bruta, intentas conseguir, aportando luz, una bella imagen. A mí, con esto me vale. De todas formas hay que reconocer que en pleno 2020 sacar una buena fotografía es algo muy sencillo. Las capacidades tecnológicas de una cámara y de procesamiento informático posterior son tan elevadas que hoy no tiene especial mérito técnico conseguir una bella imagen.

Cala Pregonda

Menorca y el turismo COVID.

Uno de los objetivos fotográficos que me planteé antes de marchar fue retratar el turismo en los tiempos del COVID y ver cómo estaba afectando a la isla y a sus gentes.

Faro de Cavalleria

Fue Mahón, aunque no solo, el escenario elegido. Allí estuve un día haciendo fotografía de calle, viendo qué encontraba y si podía captar cómo estaba afectando el COVID a una isla como Menorca, tan vinculada con el turismo.

Mahón

Mahón es una ciudad que transpira un extraño trasunto de aire británico. Cedida al imperio inglés tras el Tratado de Utrecht en 1715, sus nuevos señores convirtieron esta ciudad costera mediterránea en una capital digna de su imperio, construyendo según sus esquemas arquitectónicos imperiales. Esta extraña mezcla de arquitectura británica en mitad del Mediterráneo confunde y descoloca al visitante. Es como si hubiera demasiada luz, oliera demasiado bien y sobrase ropa por todas partes.

Mahón

Es curioso, casi metafórico que la principal fuente económica de tantas ciudades y países, el turismo, haya sido a la vez causa de la rápida expansión del COVID. Seguramente, sin tanta movilidad la expansión habría sido más lenta. Quizás sea probable que hayamos viajado por encima de nuestras posibilidades y, sobre todo, necesidades.

Mahón

La imagen era la esperada: restaurantes que ofrecen paellas on-the-go y jarras de sangría a 18€ permanecían totalmente vacíos y los mahoneses, expulsados de esos restaurantes hace años por los elevados precios, la bajísima calidad y lo aburrido de sus menús, no han vuelto a pisarlos, aunque ahora algunos de estos restaurantes imploren su vuelta.

Mahón

Unos de los principales afectados han sido, claro, las discotecas, esos locales especializados en el vertido de bebidas espirituosas a granel y garganchón para turistas extranjeros cuyo único interés es el alcohol barato y el sol gratis. A cambio, estos locales de ocio ofrecían al vecindario una colección de vómitos, ruidos y molestias en alta definición y con tarifa plana. Sin duda el culmen de la I+D+i.

 El turista COVID, provisto de mascarilla FFP2, arrastra maleta, bolsa y mochila

La pérdida de puestos de trabajos en Menorca es dramática, pero no ha afectado sólo al turismo, sino a todos los sectores haciendo caer el PIB un 35,7% en el segundo trimestre de 2020.

A nivel europeo, el impacto del COVID en el sector del turismo ha sido distinto según el nivel de exposición del PIB de cada país al sector. En España, con un 12% del PIB proveniente del turismo, se calcula que la sequía de británicos y alemanes provocará una caída del 5% del PIB. Y hablando de alemanes… Es Alemania el único país cuya balanza de pagos en la cuenta del turismo arroja ahora mismo datos positivos, pues en vez de volar a Menorca están gastando su dinero en su país.

Mahón

La cultura talayótica

Una de las cosas que más sorprende de Menorca es lo rica y particular que es su prehistoria, con una gran multitud de monumentos megalíticos que no se encuentran en ninguna otra isla.

Las navetas

La llegada del ser humano a la isla podría datarse alrededor del tercer milenio a.C., quedando estos pobladores una vez arribaron más o menos aislados de los indígenas de otras islas. A lo largo del segundo milenio a.C. la población se consolida y empiezan a aparecer los primeros asentamientos estables. Son pequeñas agrupaciones de cabañas, las llamadas navetas de habitación o naviformes. Estos pobladores, que tendrían una organización social de carácter igualitaria, depositan a los muertos en las navetas.

Naveta des Tudons

Conseguir realizar esta fotografía fue complicado. No me dieron permiso para fotografiarla al amanecer (ni pagando la entrada) así que tuve que buscar un camino cercano y tirar de teleobjetivo. El amanecer fue un poco flojo y sacrifiqué la posición del sol a favor de encuadrar bien la puerta de entrada, no quedando ahora mismo muy satisfecho con la misma, la verdad sea dicha.

Cualquier paisano que me viera de noche por esos caminos y a esas horas cargando con el trípode, la cámara y linternas podría haberse llevado un buen susto o pensar que estoy loco.

Los Talayots

Posteriormente la sociedad parece experimentar un cambio y, como reflejo de ello, empiezan a construir talayots, torres fortificadas que constituyen el núcleo central de un poblado con calles, espacios abiertos y zonas de usos diversos. Parece que es en esta época, a finales del segundo milenio, cuando la sociedad experimenta algún tipo de jerarquización.

Uno de los mejores conservados es el Talatí de Dalt, toda una ciudad prehistórica localizada a 10 minutos de Mahón. Cuando llegué comprobé los horarios de cierre y, lamentablemente, me di cuenta de que perdería el atardecer porque el recinto cerraba 15 minutos antes. Al entrar le pregunté a la chica que estaba en la entrada si le importaría dejarme 5 minutos más y sorprendentemente me dijo que no me preocupara, que recoger y cerrar le costaría un rato y que podía esperar. Respeté sus plazos pero le advertí que nunca más le dijera a un fotógrafo “que podía esperar” porque podría ser que acabara desayunando en ese mismo lugar.

Talatí de Dalt

Probé distintas composiciones en horizontal, vertical, con piedras en primer plano y sin ellas, con más angular o menos… todo para disimular un cielo plano y sin nubes. Al final elegí esta porque destaca más al sujeto principal (el talayot) y por el juego que hace el sol con esas hierbas secas en la esquina inferior derecha.

Otro lugar sorprendente es Es Catellàs des Caparrot de Forma, unas cuevas excavadas en las rocas dentro de estos acantilados que tenían función funeraria. Estos hipogeos, orientados al sur, tienen una gran abertura de entrada y en algunos de ellos se puede ver una columna central que dejaron a modo de sujeción del techo. También se pueden ver restos de hogueras (seguramente modernas) y algunos agujeros excavados pegados a las paredes (probablemente para la conserva de alimentos). 

Es Catellàs des Caparrot de Forma

Elegí esta composición porque me permitía mostrar las cuevas a la vez desde dentro y desde fuera y porque, al situar al espectador dentro de una cueva, quizás sorprenda un poco más. La foto es un horquillado de tres fotografías para poder salvar la gran diferencia de rango dinámico. En otra composición más abierta intenté captar un poco más de mar.

Es Catellàs des Caparrot de Forma

Las playas de Menorca

Hay algo atávico en las playas que me atrae, algo que es tan fácil de explicar como los imanes, que sabes que se atraen entre sí sin comprender muy bien porqué. Claro que, cuando me refiero a las playas, me refiero a algunas playas muy particulares: hablo de aquellas en las que las terrazas, los chiringuitos, los aparcamientos y los apartamentos ni se ven, ni se oyen, ni se huelen.

Platja de Cavalleria

Una playa virgen es, en esencia, el espacio público por antonomasia. Un espacio desprovisto de todo, gratis, sin control y donde incluso el ser humano acaba desprendiéndose de la última frontera que es la ropa. 

Cala Pilar

Una playa, sobre todo algunas como las de Menorca, es un espacio sin cobertura en el que lo único que puedes hacer es leer y dormitar en la toalla o en el agua. Y esto, en nuestro mundo turbocapitalista e hiperconectado… es una bendición. Y esa es la razón por la que me gustan estas playas, por su obligación de no hacer nada.

Cala Pilar

Cala Pilar es una de esas playas en mitad de la nada: una nada bellísima. Para llegar a ella, aparte de tener que conducir hasta un punto de la isla bastante aislado, debes andar algo más de media hora por una duna fosilizada, recorriendo un paisaje de bosque mediterráneo salpicado de encinas, pinos blancos y otro tipo de árboles y fauna endémicos. Está tan aislada que incluso de vez en cuando cabras salvajes se asoman por los riscos de vez en cuando para saludar a los bañistas, algunos de los cuales parecen, por cierto, no haber visto en su vida una cabra.

Un grupo de personas disfrutan de una velada en la Playa de Cavalleria

Cala Macarella y Macarelleta son, junto a Cala en Turqueta, las calas más famosas de Menorca y, por ello, las más saturadas de visitantes, a lo que hay que añadir lo reducido de su espacio (son calas). Por eso recomiendo no visitarlas, especialmente cala en Turqueta, donde además existe una zona de aguas estancadas que producen unos olores un poco desagradables. Recuerdo una situación en 2016 en cala en Turqueta cuando, estando la playa ya saturadísima, de repente apareció un barco-bus que vomitó un cargamento adicional de turistas. Cuando desembarcaron a lo que pensaban que iba a ser una paradisíaca cala, se encontraron con que no tenían sitio ni para estar de pie. Menuda cara se les puso.

Elegí cala Macarelleta por su posición perfecta para el atardecer y su buen alineamiento desde el mirador desde el que hice la foto. La verdad es que pude disfrutar de un buen atardecer experimentando con varios objetivos y usando todos los filtros que llevaba (degradados, polarizador y densidad neutra). En algunas fotografías eliminé los veleros allí anclados. Después de fotografiar el atardecer tocó un bonito regreso por el Cami de Cavalls de noche, iluminándome con el frontal. Toda una experiencia.

Cala Macarelleta

Volar el dron en Menorca

Este mismo año incorporé a mi mochila un dron para probar nuevas perspectivas y nuevos retos estéticos. Bueno, y sí, un juguete nuevo.

Desde el principio he respetado las limitaciones civiles y de protección de la naturaleza para vuelos de dron. No solo por un sentido de la responsabilidad hacia la naturaleza y por la seguridad de las personas sobre las que vuela, sino también porque creo que no tiene ningún sentido volar el dron en una zona prohibida porque luego no podrás publicar esas fotografías.

Existen muchos espacios donde volar tu dron y conseguir buenas fotografías sin molestar a nadie ni nada por el camino. 

Aparte de estos límites legales, otras personas, con bastante razón, pensarán que un dron puede entrometerse en su privacidad. Es cierto: un dron puede tomarte una fotografía o un vídeo, pero también puedo hacerlo con un teleobjetivo y además con mucha más discreción, porque a un dron lo oyes venir.

Panolis sobre Pont d’en Gil

Unos panolis se hacen un selfie con un dron sobre Pont d’en Gill. Con el tele aprovecho para retratarlos, participando también de la fotografía la isla de Mallorca, que se asoma por el horizonte. ¿Publicarán esta fotografía en sus redes sociales? Eso sería como grabarse un vídeo conduciendo a 300km/h… y publicarlo.

Rincó de Ses Macetes

En Menorca, Reserva Mundial de la Bioesfera, las zonas aptas para volar el dron se limitan a Arenal d’en Castell, lugar que, bien aprovechado, es muy interesante.

Rincó de Ses Macetes

Todavía me sigo sintiendo torpe con el dron, la vista cenital (o vista de pájaro) es una vista a la que no estamos acostumbrados y, todavía a día de hoy, si veo un buen amanecer o atardecer… aterrizo el dron y cojo la cámara. 

Sin embargo, explorando las posibilidades pueden sacarse algunas imágenes de mayor impacto, precisamente por lo poco acostumbrados que estamos a esas vistas cenitales.

Arenal d’en Castell

Los faros. Atardecer y amaneceres.

Se ha puesto de moda ir a ver el atardecer desde un faro. En un faro porque normalmente tiene carretera de acceso y atardecer porque el amanecer es solo para los valientes. Así, al acercarse el atardecer, grupos de personas venidos de tierras sin faro (pero donde también se producen atardeceres) saturamos las carreteras y sus aparcamientos cercanos y nos desparramamos sobre los faros para ver como la bola de fuego se guarda sobre el horizonte un día más.

Faro de Cavalleria

Es curioso cómo unos segundos antes de que el sol desaparezca, los allí congregados reverenciamos con un silencio espiritual casi religioso el proceso de ocultación, a lo que la naturaleza siempre responde suspendiendo el aire: de repente todos los allí presentes contienen la respiración y, en sintonía, Eolo hace un break. Segundos después rompemos en aplausos para celebrar que el sol, en su discurrir diario, ha conseguido rebasar esa última frontera otra vez. Me pregunto si el sol pudiera hablar qué diría de nosotros. Y me pregunto a quién o a qué aplaudimos. Pero lo que más me atormenta es por qué disfrutamos de los atardeceres sólo en vacaciones. ¿Lo hacemos para cargarnos con una rutina vacacional? ¿Por hacer un tick en la lista de “10 cosas que hay que hacer en Menorca”? ¿O lo hacemos porque en nuestra rutina diaria no podemos verlo? 

Faro de Artrutx

Volvamos a los faros. 

También hay que reconocer que un faro representa un hito en el paisaje como pocos. Construidos en lugares en los que la tierra poco a poco se va regalando hacia el mar, de repente sus estructuras se yerguen fuertes, verticales y coloridas, divisándose a kilómetros. Pero los faros no son siempre igual de atractivos, pues su belleza es ya mayúscula si además puedes contemplarlos durante las primeras horas del día cuando coinciden las tenues luces del amanecer con las del propio faro encendido.

Fue en el Faro de Artrutx donde viví una graciosa anécdota, aunque quizás no le pareciera tan cómica al otro protagonista de esta historia. Resulta que, equipado con la mochila y el trípode, me puse a buscar por las piedras y acantilados distintas posibilidades para fotografiar el atardecer, adentrándome bastante hacia los acantilados. Fue así como encontré una pequeña oquedad que utilicé a modo de cueva como hace Daniel Viñé (@danielvgphoto) para enmarcar el faro. El caso es que, después de bastante andar, me empieza a llamar una persona que llevaba siguiéndome un buen rato. Era un inspector de pesca que, pensando que en la funda del trípode llevaba una caña, quería ver mi licencia de pesca. La verdad es que el pobre se desmoralizó al ver que la rocosa persecución no había servido para nada.

Faro de Artrutx

Una de las planificaciones más divertidas fue la que me llevó al amanecer en Favàritx, ya que el amanecer del sol sobre el horizonte del mar se producía en línea recta mirado desde la tierra. Un día antes me fui a buscar el punto exacto desde el cual podría hacer coincidir el faro con el sol y buscar buenas composiciones para que, al día siguiente cuando fuera caminando de noche, me resultara más fácil encontrarlo. Y lo cierto es que el amanecer no defraudó.

Faro de Favàritx

A todo esto, y en medio de un apacible verano, un temporal irrumpió en la isla sin permiso y sin clemencia. Cualquier otro turista vería en esto la ruina de sus vacaciones, pero en mi caso fue, desde luego, algo esperado y deseado para así romper con la monotonía del buen tiempo y de los cielos aburridos.

Faro de Favàritx

Uno de los sitios donde más disfruté del temporal fue otra vez en el Faro de Favaritx. El que unos días antes había sido un mar en calma, ahora se había transformado en una trampa de olas, rocas y mareas. Es como si el Mediterráneo fuese una especie de Doctor Jekyll y Mr. Hyde a la vez, o si eres más clásico… un Dios Jano.

Faro de Favàritx
Faro de Favàritx

Sin embargo, la primera noche de temporal no la viví ahí sino en Punta Nati, donde también encontramos un bonito faro. Acudí con muy pocas esperanzas porque el atardecer parecía estar condenado a la nada: una inmensa y espesa capa de nubes cubría hasta donde la vista alcanza… o casi. La nube no llegaba tan lejos y, cuando el sol bajó lo suficiente hacia el horizonte, encontró un hueco por el que deslumbrarnos. El momento fue increíble.

Punta Nati

Aproveché posteriormente para buscar un buen encuadre desde el que fotografiar el faro de Punta Nati, al que todavía no había conseguido fotografiar decentemente. Al final, conseguí la fotografía con una larga exposición y aprovechando las luces de Ciutadella, que iluminaban las nubes aportando unos bonitos tonos cálidos que contrastan con los azules del cielo.

Faro de Punta Nati

Los cielos de Menorca

Decía Mario Benedetti desde su exilio en Madrid que de Uruguay echaba de menos la Vía Láctea. Es sorprendente que un espectáculo como es poder ver la Vía Láctea esté todavía reservado a unos pocos que, o bien viven en zonas muy aisladas de la contaminación lumínica y atmosférica, o bien acuden a ellas para poder verla.

Menorca es uno de esos pocos lugares donde las autoridades públicas han puesto especial interés en intentar mantener los cielos despejados de contaminación. Incluso para alguien como yo, que he pasado unas cuantas noches en la montaña para poder ver la Vía Láctea, sorprende lo bien y claro que se ve desde tan cerca del mar.

Pont d’en Gil

Lo cierto es que, por las características de mi cámara y de mis objetivos (que no son ni los mejores, ni los más nuevos ni, por supuesto, los más luminosos), conseguir fotografiar la Vía Láctea es todo un reto. En general, suelo realizar una fotografía para el suelo y otra para el cielo y después las fusiono. La fotografía del cielo, además, la reveló con un procesado más agresivo de lo habitual en mis fotografías para poder destacar la Vía Láctea un poco más, aunque sin llegar a extremos que se ven en las redes sociales donde la Vía parece una autopista de leds de colores. También tengo que decir que, aunque quisiera, no podría: mi cámara, mis objetivos y mis conocimientos no dan para tanto y, más aún, me da una pereza terrible intentarlo.

Pont d’en Gil

Esta otra opción es solo una exposición. Las luces que se ven al fondo son las de Mallorca.

Y acabo este artículo con una foto que fue la primera que publiqué en redes sociales. Fue una foto encontrada, la verdad. Volvía de fotografiar el faro de Punta Nati hacia la furgoneta cuando me di cuenta de que la Vía Láctea caía justo sobre el centro del camino, que estaba además cercado por esos bonitos muros de piedra seca que te encuentras allá donde vayas. Para mí fue una foto tirando a normalita… pero, sin embargo, entre los menorquines y menorquinas fue una de las fotos que más gustó y que más compartieron. Supongo que porque, de alguna forma, en esa foto vacía y tranquila encontraron lo que para ellos supone la esencia de la isla. A todos ellos y ellas gracias por acogernos y perdonen las molestias.

Camino a Punta Nati

Y si todavía no has visto la Vía Láctea… Apúntatelo para la próxima luna nueva.

Técnica

Las fotografías han sido tomadas con una cámara APSC Canon 80D, utilizando principalmente los objetivos 10-22mm y 70-200mm de Canon. En varias ocasiones disparé 3 fotografías en -3, 0 y +3 pasos de luz para poder recuperar luces y sombras.

Filtros: Se usaron filtros de densidad neutra circular y filtros de resina degradados sobre portafiltros Cokin.

Revelado: A algunas fotografías se les aplicó Color Effex, principalmente Brilliance and Warm, Colorize, Glamour Glow y efectos de luminosidad sobre el sujeto principal.

Retoque: No se han eliminado o añadido elementos salvo en las fotografías de las playas, donde se eliminaron a varios grupos de personas y yates. No se han cambiado cielos ni colores en posprocesado más allá de aumentar la saturación. En la foto del amanecer de desde Favàritx la barca que aparece sobre el mar se desplazó hacia la derecha.

Fuentes

Varios fotógrafos sirvieron de ayuda e inspiración para estas fotografías. 

Antoni Cladera, alma mater de Photopills fue sin duda uno de ellos.

Jose Benito Ruiz, como siempre, y su libro “Paisajes de Mar”

Daniel Viñé con sus fotografías desde cuevas me inspiró para meter el faro de Artux en una cueva.

De la web Menorca Talaiòtica obtuve toda la información arqueológica.

Un último mensaje

Si sales a la montaña, a la playa o a cualquier lugar fuera de la ciudad… llévate una bolsa para meter en ella tu basura. Y si te entran ganas de hacer pipí o caca úsala. No dejes los caminos así:

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